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Magda, Susana y los demás

Soy Magda, tengo 30 años y vivo sola. Mi casa no es muy grande: una habitación, un baño, cocina, comedor con sala de estar y una preciosa terraza donde intento pasar el mayor tiempo.

Trabajo en el departamento de compras y me apasiona porque estoy gastando dinero todo el día, tengo un despacho en uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad, con unas vistas increíbles y desde allí centralizo todas las compras de mi empresa, reuniones y negociaciones, también viajo para asistir a las exposiciones con las últimas tendencias.

Esa mañana me levanté cansada, fue una noche calurosa y necesitaba una ducha, y café, mucho café. Por las rendijas de las persianas entraba el tímido sol de la mañana; y aún no era consciente de todo lo que iba a suceder.

Me contactó un proveedor para tener una reunión y recibí un billete de tren para reunirme con él, y ahí estaba esperando en el andén con el billete en la mano.

El vagón 7 estaba casi vacío, sólo una persona sentada al lado de mi asiento.

- Hola Magda, soy Susana de El Vivero de Susan, ¿cómo estás? – Creo que notó la perplejidad en mi cara – nos conocemos de hace varios años, pero no me recuerdas, mejor para ti.
- Disculpa Susana – le contesté tendiéndole la mano y así me quedé, con la mano extendida y cara de imbécil.
- Siéntate Magda, quiero hablarte de algo.

Cuando me senté entraron al vagón dos guardaespaldas y no apartaban la mirada de nosotras, supuse que eran guardaespaldas porque llevaban audífonos y micros para comunicarse y me imaginé que había más de ellos en otros vagones.

¿A qué venía todo esto? La pregunta se quedó ahogada en mi garganta porque Susana empezó a hablar.

- Magda ahora mismo estás en una situación delicada y sin posibilidad de negociar.
- Perdona, creo que no entiendo nada, estoy en un departamento de compras ¿quieres ser proveedor nuestro o algo así?
- No. – Su cara era impasible – si no me consigues lo que quiero morirás, espero que a partir de ahora tomes mis palabras más seriamente. Tienes algo que quiero, ¿recuerdas aquellos brazaletes que compramos en nuestro viaje a Marruecos?
- Espera, ¿Susana? ¿Tú eres esa Susana? ¿Susana cara rana? – No salía de mi asombro. Susana había sido compañera de universidad y la llamábamos Susana cara rana porque tenía los ojos saltones y piel pálida de un tono verdoso que le daba aspecto de enferma. Pero la mujer que tenía delante no se parecía en nada a ella, su piel era pálida pero más porcelana que verde, sus ojos eran saltones pero en consonancia con los pómulos y en general un rostro normal.
- Sí soy esa Susana, nada que no pueda arreglar una buena cirugía. Repito ¿recuerdas los brazaletes?
- ¡Claro que me acuerdo! Fue un gran viaje. No entiendo tus amenazas, podrías haberme llamado y pedido el brazalete, aunque si te digo la verdad no sé ni dónde está.
- Yo sí. Lo regalaste como si fuese una baratija a la niñata hija de tu jefe.
- Joder Susana, me estás asustando, ¿y si no lo consigo me matarás?
- Sí, parecerá un accidente, mi equipo es el mejor, nunca falla. Magda quiero ese brazalete dentro de una semana, si en siete días no está en mis manos mueres ¿entendido?

No hubo más palabras, en ese mismo momento se paró el tren y ella se bajó. ¿Qué había sido eso? Quizá una cámara oculta, una broma de alguno de mis amigos, o vete a saber.

El brazalete de Marruecos era efectivamente una baratija, lo compramos en un bazar y el comerciante no paraba de decir que tenía poderes místicos muy antiguos y después de regatear nos lo dejó por tres euros cada brazalete, si era tan valioso ¿por qué nos rebajó tanto el precio? Pero, ¿y si era cierto? ¿De verdad me matarían por eso? No iba a arriesgarme.

Bajé del tren para tomar el camino de vuelta a casa, estaba exhausta, pero aun así llamé a Coco, la hija de mi jefe; su nombre se debía a un mote cariñoso que le pusieron de pequeña porque solo le gustaba la ropa de marca y lo más exclusivo.

- Hola Coco, soy Magda. ¿Recuerdas el brazalete que te regalé porque no me lo ponía? Verás, necesito que me lo devuelvas, ya sé que no se debería pedir un regalo de vuelta, pero es que realmente lo necesito. Si te digo que es de vida o muerte no exagero.

Al otro lado de la línea sólo se escuchaba la respiración de Coco.

- Has visto a Susana, ¿qué precio le ha puesto? ¿tu vida? Mira tu vida me importa una mierda.

Colgó.

Me faltaba el aire, ¿qué estaba pasando? Me dirigí a mi oficina para hablar directamente con Coco, su despacho solo estaba a dos puertas del mío.

Cuando llegué a mi despacho estaba mi jefe esperando dentro, todo se estaba complicando demasiado.

- Hola Magda. – Estaba serio y no es normal que Mario esté serio – Coco me ha dicho que la has amenazado, ya sabes que no me creo mucho las palabras de mi hija porque más de una vez ha mentido para conseguir algo ¿Qué necesitas?

Mario siempre tan encantador, siempre ha sido un gran jefe y cuando pienso en todo lo que ha hecho por mí se me llenan los ojos de lágrimas.

- Mira Mario, no sé qué te ha contado Coco, pero el día de hoy está siendo de lo más raro que me ha pasado en mi vida. – Le expliqué todo lo ocurrido durante la mañana y para mi sorpresa parecía que lo sabía porque no había ningún atisbo de asombro en su cara.
- Magda, el brazalete no lo tiene Coco, lo tengo yo y no puedo dártelo porque la historia es cierta tiene un poder místico, no sé muy bien cómo funciona pero el año pasado Coco cayó muy enferma y en una de las revisiones que tuvo llevaba el brazalete puesto, cuando nos dieron los resultados asombrosamente estaba curada. En las visitas médicas posteriores la enfermedad había remitido completamente y le dieron el alta. Coco está curada gracias al brazalete.

No salgo de mi asombro, ¿Mario hablando de poderes místicos? Pero si es el tío más empírico que conozco. El mundo se está volviendo loco.

Entonces tenía un problema: Susana quiere el brazalete, si en siete días no se lo daba me mataría, Coco no tenía el brazalete, el brazalete estaba en poder de Mario y no me lo quería dar. Mierda. Lo mejor de todo esto es que no me gustaba el brazalete, lo compré porque Susana me insistía y me daba mucha pena. Mierda.

- Mario necesito el día libre, no sé si incluso la semana. Si va a ser mi última semana no me la voy a pasar trabajando. – Lo miré enfadada, si toda esta locura era cierta quería estar en casa, en mi refugio, incluso buscarme un viaje y perderme en algún rincón del mundo. Si el equipo de Susana era tan bueno me encontrarían estuviese donde estuviese.
- Claro, no hay problema, joder Magda cuánto lo siento.

Quise gritarle ¡pues dame el puto brazalete!, pero tenía un nudo en la garanta, sólo quería saber cómo Coco había conocido a Susana y sabía la historia del brazalete.

- Mario, ¿cómo sabe Coco quién es Susana?, quiero decir, cuando le pedí el brazalete estuvo agresiva y me colgó, ya sé que te ha dicho que yo la amenacé y no me importa, sólo quiero saber cómo se conocieron.

Mario se quedó callado y cabizbajo, salió de mi despacho.

Lo mejor que podía hacer es buscar a Coco y preguntarle por Susana, no me importaba el brazalete, aún me quedaban seis días.

Siempre uso el transporte público para venir a trabajar, pero ese día necesitaba caminar para ordenar las ideas y los pasos que iba a dar. Una chica se paró a mi lado en el semáforo y susurró - Tic, tac Magda. Te vemos.

Cuando llegué a casa quise llamar a Susana pero no tenía su teléfono y lo único que se me ocurrió fue buscar El Vivero de Susan y para mi sorpresa tenían teléfono de contacto. Llamé.

- El Vivero de Susan, buenas tardes. – Que chica más agradable, quizá haya sido todo una broma y ahora se están riendo de mí.
- Quiero hablar con Susana, soy Magda. – Silencio…
- Hola Magda, espero que llames para decirme que tienes el brazalete, pero creo que no te ha ido nada bien con Coco ni con Mario. ¿Has visto el buen aspecto de Coco? Un milagro. – Joder Susana estás loca, para internarte en un psiquiátrico.
- Exacto Susana, no tengo el brazalete, y tampoco lo voy a conseguir porque lo tiene Mario y no quiere dármelo, me ha contado una historia de curaciones místicas y paranoias de ésas. ¿Sabes qué te digo? ¡Que me importa una mierda tu equipo! Dentro de siete días buscadme.

Colgué.

Tenía seis días por delante para intentar conseguir un brazalete que se suponía con poderes curativos ¿en serio la gente está tan desesperada? Coco quedaba descartada porque no tenía el brazalete, tenía una posibilidad si hablaba con Mario y lo llamé.

- Oye Mario perdona por haber perdido los papeles antes, si esto no es ninguna broma, y parece que no lo es, deberíamos hablar y negociar el tema del brazalete ¿no te parece?
- Claro Madga, déjame que te invite a comer o cenar, hablaremos de la posibilidad de esconderte en algún sitio, no sé, quiero compensarte por todo lo que estás pasando. Nos vemos a las dos en tu restaurante favorito.

Quería preguntarle muchas cosas a Mario: cómo había conocido Coco a Susana, porqué se mostraba tan esquivo, y lo más importante ¿por qué no amenazaba Susana a Mario o a Coco?

Cuando llegué a nuestro restaurante él ya estaba esperando en la mesa que siempre reservábamos. Mario y yo éramos grandes amigos, por eso cuando me planteó la oportunidad de trabajar para él no me lo pensé dos veces. Su vida había sido complicada: estudió la carrera que sus padres quisieron, tuvo una novia que se quedó embarazada y en contra de la voluntad de sus padres tuvo a su hija, unos meses después esa novia lo abandonó y se quedó solo con la niña.

- Magda me alegro que hayas venido, tenía mis dudas. – Sí yo también había pensado en darle plantón – quiero explicarte un millón de cosas y no sé por dónde empezar, todo se ha ido complicando y no quería que te salpicase, pero lo ha hecho y me siento basura.

Lo miraba con recelo porque Mario es carismático, tiene el don de la palabra y sabe encandilar a su público ¿estaba haciendo eso conmigo?

- Lo único que sé es que una tía loca quiere matarme por un puto brazalete que compré por pena cuando fuimos de viaje a Marruecos. Ahora resulta que ese brazalete cura a las personas y que Coco estaba enferma ¡y no me lo dijiste! – Notaba como la rabia iba subiendo a mi garganta y cómo quería gritarle, pero volvió el nudo de la garganta y no pude seguir.

Él miraba a la mesa, quizá avergonzado por todo lo que estaba pasando, ¿ya no éramos amigos?

- Mario – continué con mi discurso porque quería soltarlo todo y esperar sus explicaciones – nos conocemos desde hace muchísimos años, necesito saber la verdad, creo que si voy a morir dentro de una semana es lo menos que puedes darme.
- Está bien. Conocí a Susana hace unos tres o cuatro años en una subasta de arte, era una persona encantadora, el tipo de mujer que me gusta y empezamos a salir. Hay algo en ella que te atrapa y cuando hablábamos de negocios lo único que me decía era que se dedicaba a las antigüedades, pero parece ser que es algo así como una mercenaria, no tengo ni idea y tampoco quiero saber más. Una vez la invité a casa y conoció a Coco, congeniaron muy bien, yo estaba feliz porque por fin parecía que todo encajaba. Un día que estábamos comiendo los tres juntos Coco apareció con el brazalete y Susana se puso como loca pidiéndole que se lo diera, incluso llegó a amenazarla con un cuchillo. La eché de mi casa y no supe más de ella, hasta hoy. El caso, es que Coco se puso enferma, los médicos decían que no lo superaría, pero cuando se ponía el brazalete mejoraba, los síntomas desaparecían y le comenté que se dejase un tiempo puesta esa baratija, estaba desesperado iba a perder a mi pequeña y no tenía más esperanzas. En una de las revisiones los médicos estaban asombrados con su mejoría, empezaron a hacerle pruebas y la enfermedad estaba remitiendo. Se curó, Magda, mi pequeña se curó y no puedo darte el brazalete por si vuelve a enfermar.

Estaba embelesada escuchando su historia, con ese tono de voz que te atrapa y te hipnotiza, y me encontraba dividida entre creerle o no. ¿Qué me quedaba entonces? ¿Robar el brazalete? ¿Hacerle ver que era posible que la curación de Coco no fuese un milagro?

- Entiéndeme Magda – Mario continuaba hablando pero yo estaba lejos, muy lejos, sólo pensaba en cómo conseguir la baratija que me había llevado hasta mis últimos seis días de vida. Levanté la mano para interrumpirle.
- Entiendo tu desesperación, Mario. Entiendo que Coco enfermó, pero no puedo entender que alguien como tú crea en el esoterismo.
- ¡Estaba desesperado Magda! Sabes lo que he tenido que luchar por ella.
- Pues por eso mismo Mario, porque lo sé y no entiendo nada. Me matarán Mario, en seis días vendrá alguien y acabará conmigo, ¿no te importa? ¿Me darás el brazalete o tendré que robarlo?

Mario dejó escapar un gran suspiro dando a entender que no haría nada por mí, el amor que tenía por su hija era mucho mayor, ella estaba por encima de todo.

- No puedes robarlo Magda, cuando Susana amenazó a Coco iba diciendo entre gritos que el brazalete solo funcionaba si se daba voluntariamente, como un regalo, es decir, vosotras comprasteis dos brazaletes en Marruecos y luego os lo intercambiasteis a modo de regalo, luego tú se lo regalaste a Coco, pero ella no se lo podía dar a Susana porque la estaba amenazando, no era voluntario. El brazalete tengo que dártelo como un regalo. - No recordaba esa parte del viaje de Marruecos ¿nos intercambiamos los brazaletes? 
- ¿Y cómo va a saber ella si lo robo? 
- Te vigila, te sigue, ¿no lo notas?

Pues no, no notaba nada, no veía gente escondida detrás de un periódico, ni coches siguiéndome, excepto la chica aquella del semáforo no había visto nada extraño.

- Mario tengo que dar la velada por concluida y creo que aceptaré tu oferta de esconderme en algún sitio, ¿tienes aún el refugio?
- Claro Maga, lo que necesites, toma las llaves. Cuídate.

Me entregó las llaves de una casa que acostumbraba a usar los fines de semana situada en la montaña con piscina interior climatizada. Si iba a morir en seis días al menos que fuese en un entorno agradable.

Hice las maletas en cuanto llegué a casa, tampoco tenía que llevarme gran cosa porque el refugio estaba bien equipado y pensaba ir en bañador y descalza todo el día.

Después de dos horas de coche llegué a una pequeña casa de madera, siempre me había gustado ese refugio. Mario me dijo que había llenado la nevera con todo lo que podía necesitar y que me dejaba en la puerta el teléfono de un súper que podía traer la comida sin tener que desperdiciar tiempo en hacer la compra. Él correría con todos los gastos. Era lo mínimo que podía hacer.

El día había sido largo y me apetecía un baño. Bajé al sótano donde estaba la piscina de veinticinco metros, parecía impensable que hubiese una construcción así debajo de una casita tan pequeña.

Los días pasaban entre lecturas, piscina y películas, había desconectado el teléfono móvil y me lo estaba tomando como unas vacaciones, no tenía a nadie a quien llamar, no tenía asuntos que cerrar y todo estaba atado en mi testamento.

Al quinto día conecté el móvil para llamar al súper y pedir una pizza, empezaron a entrar mensajes y llamadas perdidas todas del mismo número ¿sería Susana? Seguramente quería localizarme con el GPS del teléfono, pero no me importaba, ¿acaso no sabía de la existencia del refugio? Si había tenido una relación con Mario seguro que habían venido con Coco en vacaciones o fines de semana.

El móvil sonó y cogí la llamada.

- Magda pensé que habías desaparecido – Era Susana con un tono de voz muy sarcástico – es el quinto día ¿tienes algo para mí?
- No Susana, estoy en el refugio de Mario pasando mis últimos días, ya sabes dónde estoy, dile a tu equipo que les espero al séptimo, no antes por favor.
- Vaya, Mario te ha contado toda la historia, no sabía que erais tan amigos, de hecho en el tiempo que estuvimos juntos no te mencionó ni me enseñó ninguna foto tuya, sólo supe que os conocíais cuando vi el brazalete, llevo muchos años buscándote Magda, te había tragado la tierra y cuando iba a abandonar ¡zas! Apareciste.

Colgué directamente, estaba cansada de esos juegos, no podía imaginar cómo me había cambiado la vida en cinco días, tenía un trabajo que me gustaba, un piso de mi propiedad, amigos que me querían ¿por qué?

El teléfono sonó de nuevo. Era Mario. No contesté. Quería pasar los dos últimos días en soledad.

Llegó el séptimo día y cuando desperté estaba Mario esperándome en el salón, ¿qué hacía aquí? ¿Tenía que ser precisamente en mi último día?

- Hola Magda, vengo a despedirme, quiero pasar el día contigo, he hablado con Coco y seguimos pensando que no podemos darte el brazalete, lo siento. Pero puedo quedarme a tu lado hasta el final.
- Gracias Mario. Me llamó Susana, me dijo que no le habías hablado de mí, lo entiendo. Ha sido muy difícil para todos. Cuida de nuestra hija y ahora déjame sola.

Coco era nuestra hija, cuando tenía tres meses los abandoné, quería vivir, viajar y ver mundo. Pero siempre acababa llamando a Mario, en una de las llamadas me ofreció trabajo y desapareció toda la vergüenza que tenía por haberlos abandonado, aunque Mario me puso una condición, no le diría nada a Coco.

Con estos pensamientos llegó la noche y aunque no quería dormirme para poder saborear los últimos minutos al final no resistí.

Me sobresaltó un ruido, luego un quemazón y fundido en negro. Todo se acabó al séptimo día a las doce de la noche, tal y como había dicho Susana.

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Fui, soy y seré

He sido tres animales, el primero fue un pájaro, luego en una serpiente mudando su piel y por último un caballo desbocado. Hace muchísimos años fui pájaro y sentí la libertad de volar y el viento entre mis dedos, pero los humanos no volamos. Hace muchísimos años fui serpiente que mudaba la piel y sentí el asombro de todo lo que se esconde dentro de nosotros, pero los humanos no reptamos. Hace muchísimos años fui caballo desbocado y sentí la adrenalina corriendo por mi cuerpo, pero los humanos caminamos a dos patas. Ahora soy humano intentando entender su existencia, intentando llegar a un equilibrio entre el gris y negro porque mi meta es el blanco, como blanca la luz que veré al horizonte cuando llegue a mi destino.